lunes, 24 de junio de 2013

El Turco

No se de dónde me salen las ganas de vivir, el fuelle, la gasofa, ese algo que me impulsa a seguir deambulando día tras día por estas calles. He perdido toda fe en la humanidad y aquí me tienes, sigo de pie, rezumando palabras desde la boca de mi estómago; dicen que el hambre agudiza el ingenio. Qué hijos de puta. Menudo humor más retorcido tienen. Igual que yo; quizás sea por eso por lo que estoy aquí, con mis plagas en la boca, rompiendo tablas, porque me río de todos vosotros. Tengo el humor más negro que el pozo en el que vivo. Realmente me gusta. Por eso sigo aquí. Me gusta embadurnarme con la mierda que va soltando la gente a su paso, rastreo su hedor y me embriago; me encanta, realmente me encanta, todos estos deshechos que conforman la Historia, me hacen gracia. Soy fiel a mi condición deplorablemente humana porque soy consciente de la porquería que llevo dentro. De ahí surge el humor. Es un saber estar, un saber dónde y cuándo, ya sabes, poder mirarte desde fuera y olerte y saborearte y decir "¡joder, qué puto asco! ¡Y todos sois como yo!". ¿Te vas a comer ese trozo de pizza?.

Le llamaban El Turco porque tenía un bigote muy grande. Siempre lleno de migas de pan, o de cualquier cosa que se pudiese llevar a la boca. Era una aspiradora callejera. Nadie sabe su historia, y créanme, realmente a nadie le importa.