jueves, 28 de febrero de 2013

Zonas

Una serie de maravillosas casualidades es lo que me lleva conectando con el mundo toda la vida. Las casualidades de las de verdad, de las que tres semáforos se ponen en verde a tu paso, de las que encuentras las llaves a la primera, de las que suena el teléfono justo cuando ibas a llamar tú a esa misma persona que se te adelantó llamándote a ti antes. A veces no sé si hablo de casualidad o pura suerte; suerte a secas, porque la hay mala, de cuando cruzas la calle en verde sin que se de cuenta una moto, o de cuando encuentras las llaves a la primera pero no son las tuyas, o de cuando deseabas ser tú quien llamase a la persona que marcó antes que tú tu número para no quedar del todo mal. Yo sé que tengo muchas suertes.

Pero en ese momento, en esa eclosión de probabilidades remotas que se intersecan en un mismo punto, un punto en un espacio, en un tiempo, idénticos, proyectando ese halo de suerte en mi persona, es pura magia; mil veces más magia que el conejo que sale de la chistera, o incluso de la chistera que sale del conejo. Dos personas andando por la calle, en sentidos opuestos, avanzan hasta encontrarse en una zona común. Y eligen el mismo desvío, la misma opción de entre las dos que se sitúan a cada lado de ambos, y se chocan. Magia.
Segundos antes de que ocurra el milagro, se sucede un vuelco, un presentimiento, un chute de hormonas antes de que mi piel se cruce con esa pequeña sección de suerte en el espaciotiempo; son los bigotes del gato, como aspas de viento, las que captan antes que él mismo el choque orgánico de su cuerpo contra la casualidad. Y entonces se cumple.

"Manos arriba", me dicen los pelos de la nuca mientras me atraca la sorpresa. Un giro, y ahí está. Las pupilas, cuatro pupilas, por parejas se miran en sentidos opuestos, y chocan, aun teniendo 359 grados más de posibilidades. Y de entre todo el mundo que me rodea, de entre todas las casualidades que desean encontrarme en él, apareces tú. Por si no fuese suficiente casualidad, dos sonrisas se dan de lleno una frente a otra, a la vez.

Pensar que esto no es así, que funciona de otro modo, que el universo no me tiene como una elegida etérea para sus planes de ordenación cosmológica, es quitarle todo el encanto. Sería como pensar que no tendrías por qué haber estado ahí, que podrías haber sido otro cualquiera. Me niego a pensar que podrías no haber estado allí.

Quiero volver a encontrarte. Sé que desde entonces la suerte está de mi lado.